
¡¡ Desnuda en el aeropuerto de Madrid !!
Hola.
Recupero un post antiguo. Me lo ha pedido una amiga. Lo curioso es que han pasado tres años desde que viví aquella experiencia pero nada ha cambiado en los aeropuertos desde entonces.
Esta es la anécdota, en clave de humor, de un accidentado viaje a Bruselas.
Como mi vuelo a la capital belga era con una compañía que no tenía código compartido con la que yo volaba desde A Coruña a Madrid, no me dejaron facturar mi maleta al destino final y tuve que recogerla en Madrid, salir y facturar de nuevo.

El problema es que en la T4 las maletas tardan ¡entre 30 y 45 minutos y la mía, tras mucho esperar, no salió. Corrí ahogada a reclamar la pérdida de mi equipaje sabiendo que si me demoraba más de la cuenta podía perder mi vuelo a Bruselas… al final hice la reclamación y cuando ya había asumido la idea de volar a mi destino final sin maleta (y sin tener claro qué demonios iban a hacer con ella en las próximas horas) de repente la encuentro tirada al lado de la cinta por donde se supone que debía haber salido. Alguien debía haberse equivocado al cogerla y en vez de devolverla a la cinta DEJÓ MI MALETA TIRADA EN CUALQUIER SITIO.
Bueno, ya de mejor humor, con mi maleta a cuestas corrí rauda a facturar por segunda vez en el día y cual es mi sorpresa cuando el tipo del mostrador me dice:
-¿Arenas?, pero si usted ya voló ayer.
– ¿AYER?, ¡PERO CÓMO VOY A HABER VOLADO AYER SI ESTOY AHORA MISMO DELANTE DE USTED!. ME ESTÁ TOMANDO usted EL PELO ¿VERDAD?
Pero no, no me lo tomaba. No se que demonios había pasado con mi reserva, el caso es que alguien con mi mismo nombre y DNI había volado el día anterior, y por tanto mis datos no aparecían en el vuelo que yo había reservado. Afortunadamente llevaba encima el localizador de mi vuelo (ahora con el tema de los billetes electrónicos hay veces que hasta se me olvida y ya ven, mejor llevarlo SIEMPRE). Y POR FIN me dieron mi tarjeta de embarque.
Pero ahí no acaba la historia. Aún me quedaba un obstáculo por salvar. El control policial en las puertas de embarque, un trámite agotador en cualquier aeropuerto que en Madrid se complica todavía más.
-“¿Lleva líquidos?. Métalos en la bolsa transparente. ¿Ordenador, tableta? Déjelos solos en una bandeja aparte. Quítese la chaqueta, la americana también por favor. El cinturón. Y las botas, tiene que descalzarse. ¿Teléfono móvil?, a la bandeja con lo demás”.
Es verdad, me había olvidado. No se puede volar con botas. Ni llevar cinturón, ni ropa, ni la medallita de la comunión. No se puede llevar NADA. Hay que viajar en avión DESNUDO.
La cola para pasar el control era infinita, yo no tenía manos suficientes para tantas bandejas… (cámara de fotos, ordenador, funda del ordenador, anorak, americana, botas, teléfono móvil, llaves… ¡QUE NO ME CABE TODO EN DOS MANOS!).
Y cuando POR FIN alcanzo el dichoso arquito y paso por debajo EN CAMISETA, CON EL PANTALÓN CAYÉNDOSE ANTE LA FALTA DEL CINTURÓN Y DESCALZA coge el cacharro ese y se pone a pitar.
Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Diossssss, ¡qué DEMONIOS pasa ahora!.
– Ponga los brazos en cruz, me dice la encargada del tema que en ese momento me mira como a una asesina (no me extraña, con la pinta que tengo, sudada, agotada, con la cara contrahecha del estrés de las últimas horas y semidesnuda). Y empieza el toqueteo. Y ahá… He aquí lo que pitaba. ¡Una moneda!. Una dichosa y sospechosa moneda de ¡5 céntimos de euro!
Pero ¿que instalen de una vez un escáner ultrasónico de esos con el que se nos vean las entrañas, y de paso que contraten a unos cuantos radiólogos para que nos hagan un chequeo médico mientras nos registran. Estaría bien la cosa.
– Mire, puede usted pasar, ya veo que no lleva oculta una Kalashnikov en el calcetín pero le he visto un bulto sospechoso en el antebrazo que debería revisar. Sería muy práctico, así en vez de sufrir listas de espera en los hospitales nos iríamos de viaje para pasar las revisiones médicas.
Y por fin, me subí al avión, ahogada, desencajada, sucia, despeinada, hambrienta, sin haber podido tomarme ni un triste café. La culpa de esa pinta la tenía un simple e inocente día de aeropuertos.
Y por fin llegué a Bruselas. Aquí hubo suerte, la maleta llegó. El tren que va del aeropuerto a la estación central de Bruselas salió a la hora prevista. Y a las 4:30 de la tarde ya estaba yo puntual en mi primera cita. Al final, tanto estrés mereció la pena.


3 Comments
adrian
JajJajajaj que bueno! Por desgraciat
Todos tenemos historias parecidas. Cuando traveler2be estuvo en Manchester me revisaron la mochila 3 veces y al final todo estaba bien!jajajaja
Natalia @turiskopio
Me he tronchado!!
Marta
Volar es un rollo por lo que cuentas. Me quedo con el transporte el tren, es el futuro para desplazamientos cortos