
Escala en Helsinki, Tallín y San Petersburgo: reinas del Báltico
Cuando llega el verano hay que aprovechar para visitar ciudades que resplandecen con el sol. Por ejemplo las capitales bálticas, concretamente Tallín, capital de Estonia; Helsinki, capital de Finlandia. Y la superlativa San Petersburgo (Rusia). Tres destinos que en estas fechas despiertan del letargo invernal y se preparan para vivir las noches blancas. Esos días largos, casi eternos en los que apenas oscurece. Y todo se tiñe con una suave luz plateada cargada de magia. Un fenómeno único que merece la pena contemplar. Por eso junio y julio es el mejor momento para visitar las tres “reinas del Báltico” a la vez. Por ejemplo, haciendo un crucero con escala en los tres puertos. ¡Vamos allá!

Primera escala en Helskinki, el punto de partida
Puerto de salida y escala de muchos de los barcos que surcan el Báltico y con razón. Llegar a la capital finlandesa es relativamente fácil gracias a su aeropuerto muy bien conectado con el mundo.
Por eso Helsinki brilla como el mejor punto de partida para visitar las reinas del Báltico. Pero también es buen lugar donde hacer parada y fonda antes de embarcar. Da gusto pasear por la ciudad en estas fechas de noches blancas, cuando la gente huye de casa en busca del calor. Las terrazas conquistan las calles, los parques se llenan de vida, los mercados respiran al aire libre… Con el sol Finlandia entera revive.

Fundada en 1550 por el rey de Suecia Gustavo Vasa, Helsinki es una urbe nórdica donde conviven esencias suecas y por supuesto, rusas, sus tutores entre 1809 y 1917. De aquellos años de dominio de los zares datan esas anchas avenidas y los amplios espacios verdes.
Esos edificios imperiales neoclásicos de ladrillo visto como el Ayuntamiento, el antiguo casino, la plaza del Senado. La gran catedral blanca de Uspenski (templo ortodoxo más grande de Europa) con sus cúpulas de cebolla o el parque y paseo Esplanadi hoy repleto de cafés y tiendas.

En 1917, durante la revolución comunista, Finlandia se independizó de Rusia. Pronto el funcionalismo nórdico invadió las calles, y hoy aún se aprecia ese nuevo estilo en los edificios construidos en los 50 y 60. Fueron los años de revolución artística, dirigidos por el arquitecto y diseñador Alvar Aalto (1898-1976). Fue a él a quien se encargó, en 1948, la reconstrucción del país, devastado durante la II Guerra Mundial por los bombardeos rusos.

No dejes de recorrer por la avenida Mannerheimintie, la calle principal. Durante el paseo verás que salen al paso la Ópera Nacional, el Parlamento, el Museo Nacional, la Casa de Finlandia, el Palacio de Congresos. Y la estación de tren con su característica fachada de granito rojo, su tejado verde y esas evocadoras figuras fantasmales que flanquean la entrada. Otro lugar agradable para pasear es la isla fortaleza de Suomenlinna, complejo defensivo construido durante la dominación sueca y protegido por la Unesco.
Ya en el barco asoma otra visión de la ciudad. Sorprende ver como el gélido mar Báltico se adentra en el asfalto dando forma a más de 300 islas. ¡Zarpamos!
Tallín, el tesoro báltico protegido por la Unesco
Sólo dos horas de navegación separan Helsinki de Tallín (Tallinn en estonio). ¡Bienvenidos a la capital de la República de Estonia! Suena exótico. No sólo por la distancia sino por lo desconocido que este país resulta para la mayoría de los españoles.
Situada a orillas del mar Báltico Tallín presume por tener un casco antiguo medieval catalogado Patrimonio de la Humanidad.

Basta una primera mirada para entender la razón de esa protección: la sólida muralla tan bien conservada, las callejuelas empedradas, ¡laberínticas!, retorcidas, milenarias. La Plaza Mayor, Raekoja, impecable, digna de un cuento de hadas, donde antes se reunían mercaderes y ahora se dan cita turistas llegados desde todos los rincones del mundo y locales, que llenan las terrazas. Es el corazón de la ciudad.

No te marches de Tallín sin una foto ante el Ayuntamiento gótico, el único en perfecto estado de conservación de todo el norte de Europa. Otra foto obligada es en el callejón de Santa Catalina. Y por supuesto debes inmortalizar (y visitar) la catedral ortodoxa de de Alejandro Nevski.

Es esta catedral una «joya no deseada» según los estonios. Hace unos años hubo un intenso debate nacional para decidir si derribaban o no la iglesia, construcción que muchos estonios rechazan por su fuerte esencia rusa. Cabe aclarar que Estonia estuvo bajo el dominio ruso desde 1791 hasta 1918, y entre 1940 y 1991 formó parte de la ya extinta URSS, de quien se independizó gracias a la llamada Revolución Cantada iniciada en 1988. Al final la practicidad pudo con el sentimiento. Y aunque muchos tallineses están deseando olvidar su pasado ruso, son conscientes de que las huellas soviéticas también atraen a los visitantes.

Cambiando de tema. Si tienes ganas de marcha estás de suerte. En verano Tallin es además una de las ciudades más animadas de la zona. Y presume por tener una gran oferta de locales donde la fiesta dura hasta bien entrada la madrugada.
San Petersburgo, escala en la decadencia más hermosa
La joya del Báltico, sin duda. Hermosa pero ingrata, bella pero inaccesible. Por eso la opción del crucero es la mejor para conocer la vieja Leningrado. Al llegar en barco se ahorran trámites y el pago del visado ruso, razón por la cual compensa la visita en barco.

Una vez en tierra ¿qué hacemos? Lo primero organización. San Petersburgo es un museo vivo. Una capital superlativa nacida por deseo del zar Pedro el Grande quien soñaba con una urbe digna del esplendor de la realeza rusa en las orillas del golfo de Finlandia. Para conseguirlo contrató a los mejores arquitectos, paisajistas y urbanistas de la época. Y lo consiguió. Soberbio resultado. Hay tanto que ver que abruma. Así que orden. Por suerte la luz casi eterna de las noches blancas ayuda y los días se llenan de horas para pasear, descansar, visitar museos, iglesias…
Primera y obligada parada, en la Plaza del Palacio, una de las más extensas del mundo. Está delimitada por dos grandes edificios, por un lado, y al norte, el gran Palacio de Invierno, antigua residencia de los zares (y hoy día integrado en el Museo del Hermitage). Y al sur la imponente sede del Estado Mayor del Ejército con el doble arco que une las dos alas del edificio. En el centro la columna en honor al zar Alejandro I, que conmemora la victoria de los rusos sobre Napoleón.

Nos fijamos ahora en la sede del museo Hermitage. Y seguimos con adjetivos superlativos. Es uno de los más monumentales del mundo. Eso sí, mi consejo es que afrontes la visita con paciencia. Recorrer el Hermitage entero es una tarea de ¡años!.
Lo mejor es que optar por la visita al Hermitage con un guía de habla hispana de tres horas de duración, suficiente para hacerte una ligera idea de lo que esconde este gran complejo cuyos fondos acogen más de seis millones de obras de arte. De las cuales sólo 600.000 están expuestas.

Segunda parada: pasear por la hermosa aunque también ajada y decadente Perspektiva Nevski, la arteria de San Petersburgo. Eso sí, insisto, paciencia. Son cinco kilómetros de avenida, desde la plaza del Palacio de Invierno hasta el Almirantazgo. Y rebosante de palacios con columnas de mármol. De tiendas, restaurantes, de gente que va y viene desde primera hora de la mañana hasta bien entrada la madrugada, de coches, de tiendas de recuerdos, de tranvías que decoran el cielo con sus cables…

A estas alturas ya habrás descubierto que San Petersburgo es como una Venecia gigante y es pues obligado navegar por el río Neva, surcando los canales. Otra experiencia recomendable.

No puedes irte de San Petersburgo sin visitar la Fortaleza de San Pedro y San Pablo. Y la sala donde descansan los cuerpos de los últimos zares, los Romanov. Nicolás II y toda su familia asesinados por los bolcheviques en 1918.

El pasado soviético de San Petersburgo
El pasado soviético también sigue presente. No dejes de subir al mítico Aurora, barco desde cuya cubierta Lenin lanzó el famoso cañonazo que marcó el inicio del ataque al Palacio de Invierno, es decir, el inicio de la Revolución bolchevique, en octubre de 1917.
¿Por qué aquí? Curiosamente, el esplendor de la ciudad soñada por los zares fue siempre odiada por los bolcheviques quienes veían estas calles y palacios el ejemplo del egoísmo humano, de la desigualdad, de la opulencia desmedida de los dirigentes frente a la pobreza del pueblo. El Aurora sigue ahí, anclado en el río Neva.

Pasan las horas pero queda ¡tanto por ver!. Más fotos obligadas. Ante la catedral Ortodoxa de San Salvador sobre la Sangre derramada, así llamada pues se levantó en el lugar exacto donde fue asesinado otro zar: Alejandro II, en 1881. Su estilo colorista con cúpulas de cebolla decoradas recuerda a la catedral de San Basilio en Moscú.

Hay mucho más que ver. Más palacios, más museos pero mi consejo es que el viajero deje tiempo para no hacer nada. Para disfrutar de pequeños placeres como sentarse en una terraza a contemplar la suave luz de las noches blancas.
Disfrutar de algún espectáculo por ejemplo en el teatro Mariinsky, donde suele haber ópera, ballet… merece la pena echarle un ojo al programa. Y como no, comer y cenar en algún típico restaurante ruso, un pectopah. ¡Ojo, asegúrate antes de que tienen la carta en inglés!. No olvides que el Rusia se utiliza el alfabeto está en cirílico y eso despista.

Acabamos este largo viaje por el Báltico con una pregunta. ¿Conoces estas tres capitales? ¿Algún consejo que añadir?
¡Buen viaje y felices noches blancas!


5 Comments
alberto
De las cuatro veces que he estado en SP, tres han sido en
pleno invierno. La ciudad, nevada y helada. El río Neva,
congelado y andando por encima. Prefiero SP en invierno.
Eduardo
mi comentario es que se disfruta mejor por tierrra que por Barco ya que ademas ir a St Petesbourgo y no conocer Moscow es no conocer Rusia, aparte recomiendo visitar Vilnius y Riga que es preciosos,
laviajeraempedernida
Hola Alberto. Como verás en el texto propongo hacer el viaje con TouristForum orecisamente porque hacen una escala de tres días completos en San Petersburgo. No es mucho pero si suficientes para hacerte una idea de la ciudad colosal como esta, que como bien dices requiere su tiemnpo. Gracias
Alberto
No estoy de acuerdo en que un crucero sea la mejor forma de ir
a SP. Esta preciosa ciudad merece al menos 5 días y el crucero
solamente facilita uno.
Yo he estado cuatro veces en SP y sé lo que digo.
Monica
Hermoso!!! Por razones de trabajo, tengo que estar en Copenhague unos días hasta el 11 de octubre. Les parece muy tarde en el otoño para recorrer estas ciudades? Saben si hay cruceros en esa época todavía? Gracias!