
Los beduinos que viven Petra, Jordania
Seguimos el paseo por la bella Petra, en Jordania. Y sí, vale, la imponente fachada del Tesoro, de la que hablaba en el post anterior, impresiona. Pero no hay que olvidar que esto no es más que el comienzo de la jornada. El Tesoro es la primera parada en una visita larga e intensa, la foto más famosa pero no la única. Petra es una ciudad y esconde más restos del pasado que contemplar y que admirar.
Este viejo asentamiento nabateo esconde más de 1500 monumentos. Entre ellos tumbas varias y pequeños templos, también esculpidos en la misma piedra arenisca de color rojizo. Algunas están semi enterradas por el paso del tiempo y otras se construyeron en lugares altos, para proteger los cuerpos de los animales.
Basta dar un primer vistazo para confirmar que Petra es un escultura gigante. Pero lo que más sorprende es saber que todo lo que vemos se creó a golpe de cincel y martillo. Así de simple. Le técnica empleada era prueba de su habilidad e inteligencia: empezaban los trabajadores sus obras por la parte más alta del monumento y descendían poco a poco, para no estropear el trabajo ya realizado.
Una vez fotografiada la fachada del Tesoro toca detenerse ante las tumbas reales, otra de las sorpresas de Petra. Son las grandes desconocidas. Excavadas en la base del monte El-Khobtha, sus dimensiones hacen pensar que dieron cobijo a los cuerpos sin vida de los reyes y las reinas de Petra.
La primera de las tumbas reales es la llamada tumba de la urna. Para acceder a ella hay que subir una larga escalera. Una vez arriba la visión del edificio es espectacular. Pero no hay que dejarse cegar por solo la belleza del entorno. Mi recuerdo del paso por este monumento se concentra en la charla con Mohamed. uno de los muchos beduinos que habitan en Petra y que regenta uno de los puestos que hay frente a las ruinas.
Mohamed vende de todo. Basta echar un vistazo a su mesa llena de cachivaches para comprobar que hay curiosos tesoros: colecciones de libros, colecciones de ¡huevos de camello!, piedras, amuletos, esculturas, collares, pulseras…¡fundas de móvil! Bebidas frías (cuyo consumo se agradece pues ojo, en Petra hace siempre mucho calor, especialmente en verano). Y todo tipo de cachivaches creados por los beduinos. Lo que sea con tal de conquistar a los turistas y hacer negocio pues estas ventas son su mayor fuente de ingresos
No, no es una errata. Han leído bien. Mohamed insiste en que vende los únicos y auténticos huevos de camello de Petra. “Cuando vuelvas a tu país, mantén el huevo a 50 grados durante tres meses. Obsérvalo todas las mañanas y todas las tardes. Cuando menos te lo esperes, encontrarás con un bebé camello. De verdad, te lo garantizo. Si no nace el camello vuelve y reclama. Y si eres afortunada a lo mejor te nacen camellos gemelos” repite a todos los que se paran ante su mesa.
Mohamed nació aquí mismo, en las ruinas de Petra. Pasó su infancia recorriendo todos los rincones de la excavación. Su padre tenía ganado. Y él y sus hermanos y amigos caminaban con las cabras por estas montañas. Me cuenta que se conoce todos los “agujeros de Petra”. Pero no es el único. La misma historia se repite en los otros muchos beduinos que, como Mohamed, venden curiosidades , se pasean por la excavación para hacerse fotos con los turistas y alquilan sus camellos para paseos por toda la ciudad. Son los habitantes de Petra y estas ruinas son su hogar y su vida.
Quizá Mohamed no esté cuando hagas tu visita a Petra, pero no dejes de charlar con alguno de estos beduinos, propietarios de las mejores historias. Pero ¡ojo!, no te dejes seducir por sus encantos. Son conquistadores profesionales, encantadores de serpientes, comerciales natos y no siempre hacen sentirse cómoda a la gente con la que contactan.
Tras la charla con Mohamed sigo la visita. Quedan aún muchas ruinas por contemplar. El teatro por ejemplo, prueba de la ocupación romana que se vivió en Petra alrededor del siglo II de nuestra era.
Si te interesa mucho este mundo, la arqueología y la historia, quizá un día no sea suficiente para ver todas las ruinas. Pero tengo claro que hagas lo que hagas, no puedes irte de aquí sin ver otro imprescindible: el Monasterio, la segunda gran fachada que ha dado a Petra fama internacional.
Para llegar al Monasterio hay que subir otra larga escalera de más de 800 escalones de piedra y arena. Es una tarea dura, especialmente por que no hay sombra que ayude. Pero merece la pena. Eso sí antes de subir conviene reponer fuerzas en cualquiera de los chiringuitos que se suceden a lo largo del camino. Otra opción que se oferta es subir la pendiente a lomos de un camello… Aunque mi recomendación es que mejor a pie.
Una vez arriba, uno confirma que el esfuerzo compensa. La recompensa es grande. La sencilla pero imponente fachada del monasterio se alza cual espejismo ante los ojos del fatigado caminante.
Una de las mejores formas de disfrutar de la inmensidad de este panorama es tomando un te en el puesto de refrescos situado, estratégicamente, en frente de la gran fachada. La experiencia se vuelve única. Espero que siga ahí. El atardecer ante el Monasterio de Petra es difícil de olvidar. Es una de esas escenas que seguro quedará grabada para siempre en la mente del viajero.
Eso si, mientras uno descansa ante ese panorama se confirma que la jornada en Petra es emocionante, pero agotadora. Mi consejo es rematar la jornada en este rincón y dejar que el tiempo pase contemplando esta vista mágica, única, especial, mi favorita de la ciudad nabatea.
Para que todo encaje, creo que es clave elegir un buen hotel cerca de las ruinas es fundamental para que la visita sea perfecta. La oferta es amplia y hay establecimientos para todos los gustos y precios.
¿Nos cuentas tu experiencia en Petra?


One Comment
Eduardo
Hola
Corrimos mi esposa y yo una maratón saliendo de Petra cruzando el desierto Wadi Rum, y luego nos quedamos dos días mas de turismo. Sencillamente fue un experiencia increíble, que magico lugar.
Eduardo