
La Puy en Velay: patrimonio, peregrinos y quesos con “invitados”
Ayer hablaba de que la lista de pueblos más bellos de Francia vende bien. Pero sin duda, la catalogación que más prestigio tiene en todo el mundo es la del Patrimonio de la Humanidad, selección que depende de la Unesco.

Y es a esa lista a la que pertenece Le Puy en Velay, otra de esas localidades francesas donde merece la pena hacer parada y fonda por muchas razones. Para empezar por su belleza y el valor de sus monumentos. Segundo por su riquísima historia. Sí. Si los milenarios adoquines de sus calles hablasen (cuidado, es una localidad que no debe nunca visitarse con tacones) contarían que por aquí han pasado cientos de miles de peregrinos ya que Le Puy en Velay era (y es) paso obligado para todos aquellos que recorrían Francia rumbo a Santiago de Compostela.

Los peregrinos seguían aquí todo un ritual. Lo primero visitar la altiva catedral románica de Notre Dame du Puy a la que se accede tras subir ¡134 escalones! y luego pasar por la capilla de Saint Michel, situada en lo alto de una gran roca (mejor dicho, sobre la chimenea de un volcán), construida en el siglo X y cuya imagen abre este post.

Los peregrinos actuales, o sea, los viajeros, hacen lo mismo. Se fotografían ante la catedral, ante la capilla de la roca y ante la gran escultura de la virgen de Notre Dame de Puy, que mira altiva a la ciudad y a sus habitantes desde mediados del siglo XIX.

También aprovechan su paso por este rincón de la Francia profunda para comprar algún recuerdo (los tapetes y manteles de encaje de bolillos son muy típicos), para pasear tranquilos por el laberinto de callejuelas ¡a cual más empinada!, para tomar un café en alguna terraza, por ejemplo en la Pace du Plot una de las más animadas.

Y luego, como no, se van a cenar a un buen restaurante donde disfrutar de la excelente gastronomía francesa. Eso es al menos lo que yo hice. Pasear mucho, perderme por las calles en busca de rincones encantadores que fotografiar (que son muchos) comprar unas latas de foie de recuerdo. Y marcharme a cenar al restaurante de Francois Gagnaire, que por cierto, está incluido en otra lista prestigiosa y que todo buen amante de la buena cocina tiene bien clara en la cabeza; la guía Michelin. Sí. El Gagniere tiene una de esas famosas estrellas y la verdad es que la cena estaba muy muy buena. Aunque lo que más me llamó la atención fueron los quesos de la región ya que si los miras con lupa puedes ver como se mueven unos “bichitos”. O sea, unos microorganismos llamados “artisons” que son los responsables de la fermantación del queso y por tanto de su peculiar sabor. Curioso.

Ah. Si la cena te resulta larga y necesitas un hotel cerca, estás de suerte. El restaurante Garniere se comunica con el hotel du Parc. Más fácil imposible.

2 Comments
Viñamarina
HOla, agradecida de la excelente info que compartes, quisiera saber tu opinión sobre los precios de los bolillos para comprar, qué te han parecido? puedes comentar algún ejemplo (de valores) , me ha interesado mucho este lugar por esta artesanía! Agradeciendo de antemano tu respuesta , te saludo cordialemente desde Chile.
Ines- Mis viajes por ahí
Un pueblo precioso que merece la pena visitar y por supuesto, probar su gastronomía, incuidos esos quesos “con vida propia”. Un saludo!