Argentina

Lluvia y granizo en época de vendimia en Mendoza

En la provincia de Mendoza, en Argentina, casi no llueve.  La tierra aquí es casi desértica, ideal para el cultivo de uvas de primera lìnea que habitualmente crecen sanas por varias razones: la amplitud tèrmica; muchas horas de sol, suficientes para que la uva llegue a la cosecha rica en aromas, en su punto de acidez, dulce (a veces incluso con exceso de azùcar, razòn por la cual los vinos de esta región argentina suelen tener una graduación alta, alrededor de 14 – 15 grados de alcohol), poca lluvia (pero agua suficiente para el  riego)…  Estos días en los que he estado visitando muchas bodegas de la zona he oído repetidas veces a los enòlogos orgullosos repetir eso de que “en Mendoza caen una media de doscientos mililitros de lluvia al año y apenas hay granizo”.

Pero  la enología no es una ciencia exacta y el vino es un producto  caprichoso. Y  cuando la naturaleza se tuerce,  la producción se complica hasta el punto de que una helada traviesa y madrugadora, un temporal indeseado o una lluvia rabiosa y tardía pueden acabar con los sueños de cualquier bodeguero.

Diluvio Mendoza 2011
Las calles de Mendoza inundadas tras unas intensas lluvias a pocos días de la vendimia

Y eso es lo que ha pasado justo hoy.  La vendimia en Mendoza está a punto de comenzar tras un año casi casi excelente. Pero justo al final, cuando las uvas ya están en la pista de despegue la cosa se ha torcido. Los primos de Eolo se han aliado contra esta región y en la última semana ha llovido más que en todo el año. Y para ser más exactos, en las últimas horas ha caído una de las granizadas veraniegas mas grandes de la historia de Mendoza y he podido ver con mis propios ojos un manto de hielo cubriendo ciertas zonas de la ciudad. Y una riada de agua y barro correr rauda por el habitualmente seco canal del Cacique Guaymallén. ¡INCREÍBLE!

Hielo en Mendoza
Hielo en el suelo de Mendoza tras la gran granizada (febrero 2011)

Esta escena me trajo la cabeza la conversación  que mantuve ayer con Mariana, la responsable del área de turismo de la bodega Viña Cobos (donde tengo que decirlo, pude catar LOS MEJORES vinos que he probado en este viaje) mientras cabalgábamos entre sus viñedos al altardecer (suena poético pero que quieren que les diga, es real como la vida misma, juntas fuimos a dar un delicioso paseo a caballo). “El vino se hace en el viñedo y si algo falla en el proceso de producción la cosecha se estropea y las lluvias de los últimos días me preocupan” me comentó Mariana.

Bodega Viña Cobos
A caballo entre los viñedos de Viña Cobos

Pocas horas después caía la granizada histórica. ¿Qué pasará ahora con la cosecha del 2011? ¿Se salvará? Pienso seguir atenta todas las noticias que se publiquen en los próximas semanas sobre los vinos de Mendoza. Por varias razones.

Tras una semana paseando entre viñas creo que el poder del vino me ha conquistado. No sólo por el placer de poder degustar caldos excelente,  sino porque estos días he aprendido también a valorar ¡cuánto trabajo! y a la vez ¡cuánto riesgo! se oculta trás una simple copa de vino. En estos días de travesía por La Patagonia y por Mendoza he descubierto un mundo hasta ahora para mi casi casi desconocido. He educado (un poquito) el paladar para captar la acidez, el toque a madera y a frutas de un vino envejecido en barrica de roble, he entrenado el olfato para apreciar los peculiares aromas a grosella, trufa, café, pimiento verde (este último me cuesta un poqueto) del Cabernet Sauvignon, y los ojos para valorar el hermoso tono violaceo del borde del malbec.

 Y  lo que es más importante, he confirmado que la magia del vino no radica sólo en su degustación sino también en  los platos con los que se acompaña, o sea, el llamado “maridaje” y como no, en la compañía. Beber un vino solo no es agradable. Es esta una bebida cuya esencia varía según con quien se comparta. Y yo en esta ocasión he tenido la suerte de  saborear caldos  sublimes  con un compañero de lujo (mi buen colega Paco Nadal) He contado con el asesoramiento de un profesor catador experto, magistral. Y el vino me ha permitido acceder a otros tantos personajes curiosos, únicos y entrañables que seguro dejarán poso en mi memoria.

Bufff, creo que me he pasado de poética y no es esa mi intención. Lo que de verdad pretendo con este post es un contagiar a quien lo lea el hechizo del vino. Y para ello, nada como visitar la región de Mendoza , en Argentina.

Es imposible no enamorarse del mundo de vino mientras se degusta un buen malbec bien maridado con los vilñedos de la bodega Ruca Malen ante los ojos.  Una experiencia tranquila que recomiendo sin dudar.

Bodega Ruca Malen
Bodega Ruca Malen

Es inconcebible no dejarse seducir por la magia del vino una vez que se ha degustado un  espumoso en el restaurante de Séptima, (así llamada por ser la séptima bodega que abrió el Grupo catalán Codorníu), mientras atardece.

Atardecer en la terraza de la bodega Séptima

Es improbable no valorar el trabajo que encierra una botella tras visitar la siempre vital bodega de Dante Robino, en Luján de Cuyo.

cata en la Bodega Dante Robino
Cata en la bodega Dante Robino

Estoy segura de que si pasan por aquí, por Mendoza, les pasará lo mismo que a mi. El vino les empapará las entrañas para siempre. Y ojo, limpiar esos efluvios es tarea difícil.

4 Comments

  • Maxi

    Como vas cambiando la forma de hablar de las cosas,
    ahora todo es enamoramiento,maridaje,armonia….
    no estarás bebiendo demasiado?,jajaja.

    El Ruca Malen y el Yauquén los tengo en la tienda de coruña y sino por internet.

  • Maria AM

    Que pena lo que cuentas. El granizo puede arruinar no solo a los bodegueros sino principalmente a los pobres propietarios de viñedos. Se el drama que supone eso en España y me imagino que en Argentian sera parecido. Una tristeza. Como bien dices, el mundo del vino esconde mucho riesgos.

  • Miram

    Que lindo Nani. Que bellos atardeceres. Me gusta mucho como relatas tu proceso de enamoramiento por el vino. Un brindis a tu salud

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