
Qué ver en el Jardín Botánico Atlántico, visita obligada en Gijón / Xixón
Gijón / Xixón es una ciudad rodeada de verde. Con un sabor rural que, bajo mi punto de vista, es uno de sus grandes atractivos. A pocos kilómetros del centro asoman rincones donde la naturaleza es la gran protagonista. Entre las muchas opciones, una que a mi personalmente me encanta. La visita al Jardín Botánico Atlántico. El único del noroeste español. Un museo vivo donde aprender de botánica, jugar, disfrutar, pasear, relajarse y empaparse de energía.

Gijón es un ciudad situada en el Paraíso Natural que es Asturias. Un territorio donde la naturaleza roba protagonismo al asfalto. Basta una primera mirada para descubrir rincones de Xixón donde la tierra se exhibe con todo su esplendor, como en el Jardín Botánico Átlántico. Un vergel situado muy cerca del centro histórico y del mar. Uno de los sitios de visita obligada en un viaje por la ilustrre Villa de Jovellanos.


Un jardín único el noroeste de España
El Jardín Botánico de Gijón / Xixón, el único en el noroeste español, es un proyecto ambicioso creado para estudiar, conservar y dar a conocer la flora y vegetación del Atlántico norte. Destaca por su planteamiento, moderno y divulgativo.
Un hermoso tesoro vegetal y natural que cambia de aspecto constantemente, en función de la estación del año. Y que da cobijo a un valioso conjunto botánico ubicado al lado de otro tesoro patrimonial: la monumental Universidad Laboral, sin duda el icono más representativo de la ciudad. Mientras paseas entre este entramado de caminos de tierra la gran torre de la Laboral siempre está ahí, como compañera.

Eso sí. Plantéate que la visita al jardín botánico debe ser relajada y tranquila pues no es pequeño. El recinto actual ocupa una extensión de 18 hectáreas visitables. Aunque hay que aclarar que el complejo completo abarca más de 25 y la idea es ampliar la zona abierta al público.
Así que un consejo, llévate calzado cómodo e impermeable para caminar por sendas de tierra, a veces mojada pues la lluvia es otra compañera habitual pero necesaria. Gracias al clima húmedo de Asturias los verdes son tan intensos que deslumbran.

Una vez ubicados hay mucho que ver. Para empezar destacar que la ubicación del Botánico no fue casual. Se instaló en lo que antaño era el jardín histórico de La Isla, entorno romántico creado en 1870 por un industrial llamado Florencio Valdés con sus espacios para el ocio: pérgolas, estanques, fuentes y piezas ornamentales que aún se conservan.
Este jardín estaba rodeado de dos bosques que habían permanecido intactos al crecimiento urbanístico de Gijón: el de la Aliseda del río de Peñafrancia y la carbayera de El Tragamón, parte de los cuales también se han incorporado al jardín botánico. Su protección fue clave para su supervivencia. Gracias a la creación del jardín, hoy en día podemos disfrutar de un conjunto de robles centenarios único en todo su esplendor.

Visitas guiadas o por tu cuenta
Puedes recorrer el jardín por tu cuenta y a tu aire siguiendo los recorridos señalizados. O apuntarte – recomendable- a alguna de las visitas guiadas tematizadas que se organizan todos los días. Eso sí, si te animas ten en cuenta que es necesario inscribirse antes.
También puedes hacer una visita combinada a la Laboral y al Botánico (5,50 euros). U otra combinada con el Bioparc Acuario de Gijón (tarifa general 15,90 euros; reducida 10,60 euros)

Una vez dentro empezamos la ruta. Nada más entrar al jardín accedemos a uno de mis rincones favoritos, el laberinto de laurel. No dejes de perderte entre sus pasillos en busca de la salida. Si sabes las respuestas a las preguntas que te hacen en los cruces de caminos lo tendrás más fácil. Una original y a la vez didáctica diversión al aire libre para mayores y pequeños.


Rincones secretos y juegos divertidos
Hay también una zona llamada el “jardín de los niños” donde, confieso, me ha encantado el juego de las “ranas adivinas”. Doy fe de sus poderes ocultos. No dejes de intentar engañarlas, aunque aviso, es difícil.
Otro de los atractivos del jardín botánico de Gijón son sus rincones con agua. No dejes de buscar la cascada, aunque aviso que está un poco escondida. Y otro reto. ¡Averigua donde está la serpiente! Pero eso es lo divertido de este parque, todo está pensado para que puedas jugar a descubrir cosas.



Un bosque de robles centenarios
Caminando caminando llegamos a saludar al veterano del jardín. Es el roble (o carbayo) más viejo del bosque. No tiene nombre pero sí una cara expresiva y curiosa, con la te mira atento. No es una metáfora, fíjate en la foto ¡tiene ojos, nariz y boca”. ¿Las ves? En vivo impresiona aún más pues, de verdad, parece que te habla. Al parecer tiene ya más de 450 años. Pero no está solo. Convive con varios compañeros de su generación, centenarios como el.
La media de edad del bosque de robles del Tragamón impone. Hay contabilizados más de 61 robles con más 300 años cumplidos. ¡Y son un total de 19 los robles del Tragamón que ya superan los 400, con mi “amigo” a la cabeza de todos.

Pero no te asustes, son una pandilla de jovencitos pues se dice que hay robles que pueden llegar a vivir miles de años. Por ejemplo el gran roble del bosque de Sherwood (en Nottinghamshire, Inglaterra) también conocido como el “roble de Robin Hood” pues bajo sus ramas se escondía la pandilla de esta famoso ladrón inglés que robaba a los ricos para darle el botín a los pobres. Y que cuenta la leyenda ¡tiene ya más de 1150 años!


Si tenemos en cuenta que el roble siempre ha sido considerado un árbol mágico la fuerza de los ejemplares del jardín botánico de Gijón se multiplica. También dicen que tocar un roble centenario ayuda recargar energía. Me lo creo, quizá por eso el lugar desprende tanta magia. Al contemplarlo entiendes por qué estos árboles han sido siempre tan venerados.
Por ejemplo. ¿Sabías que el arca de Noé era de madera de roble? ¿Y que era un árbol sagrado para los pueblos eslavos por su longevidad y fortaleza? ¿Sabías que los troncos de los roble del Tragamón se utilizaban para hacer carbón vegetal? ¿Y que beben mucho? ¡Tanto que pueden llegar a absorber más de 180 litros de agua al día, por eso se dan tan bien en los lugares húmedos.


Cedros, madroños, tejos y camelias
Los robles no son los únicos árboles curiosos de este gran jardín. Hay otros muy llamativos como los cedros. Algunos gigantes y procedentes del Himalaya, del Líbano… También hay ejemplares de Sudamérica.
Otros árboles curiosos y espectaculares que se encuentran en el paseo son los tejos. Planta de hojas y ramas muy venenosas. Y que según me cuenta mi guía, los soldados romanos comían para suicidarse. Otro dato curioso sobre este árbol ¿Sabes de dónde viene la expresión “tirar el tejo“. De una vieja costumbre entre los jóvenes quienes, para llamar la atención de las chicas, les lanzaban “bayas” de tejo (la única parte del árbol que no es tóxica) a modo de señal de interés.

Menos peligrosos son los madroños. Fue justo en Gijón / Xixón donde tuve la oportunidad de probar por primera vez el fruto de ese árbol que todos asociamos con Madrid. También hay muchos alisos, árbol que crece en las riberas de los ríos. Y otro de mis rincones favoritos, el camino de plátanos de sombra bautizado con el nombre del creador del jardín histórico, paseo Florencio Valdés.
La verdad es que da gusto hacer la visita con un guía que te explique las distintas especies y curiosidades de las plantas y árboles que salen al paso. Y el jardín botánico de Gijón es un libro abierto para los amantes de descubrir los secretos de la naturaleza.
La colmena de observación
Pero no todo son plantas. En el jardín también hay edificios típicos de la arquitectura asturiana como la casería llamada la Quintana de Rionda, conjunto formado por tres edificios que son la casa, una cuadra, un molino y una panera. Hay también una zona invernadero, la llamada “factoría vegetal” donde se pueden ver cómo se cultivan plantas de consumo humano y de todo tipo. En esta zona encontramos también un curioso “hotel” para insectos…



En un pabellón con una pequeña explicación sobre el jardín donde se puede ver otra cosa que a mi me sorprendió mucho. Una colmena de observación de abejas con las paredes de cristal para ver cómo viven, trabajan, interactúan y se relacionan estos insectos que viven en una sociedad jerárquica y ordenada digna de admiración.
Con las abejas como compañeras cierro mi viaje por la cara más natural de la ciudad de Gijón, destino perfecto para amantes de la naturaleza y las largas caminatas. Y de las largas historias.
Os dejo como colofón con un video que os puede ayudar a organizar el resto del viaje por esta ciudad apasionante. En el enlace también encontrarás más información para organizar tu escapada. ¿Alguna sugerencia que añadir?

