
¿Sabías que Valladolid es tierra de aceite, pan y quesos ?
Vale. Es un tópico, lo admito.
Asociar Valladolid con vinos de calidad o con un buen lechazo es lo típico. Pero como me gusta ser original, allá va una curiosidad. Si os digo que en esta provincia también se produce aceite ¿Sorprende verdad?

Sí. A mi también me llamó la atención comprobar que escondida entre los mares de viñedos, reina una extensión de olivos y una pequeña almazara de donde sale el aceite de la variedad arbequina que es la que aquí se cultiva. No es tan fuerte como el picual ni tan suave como el hojiblanca. Y sabe a Valladolid.
Para degustar este aceite, Pago de Valdecuevas hay que poner rumbo a Medina de Rioseco, localidad donde por cierto, recomiendo hacer una parada para pasear entre sus bellos soportales de madera.

En cuanto uno se aleja un poco del centro urbano, pronto asoma ese paisaje digno de Andalucía oculto en el corazón de Valladolid. Allí se encuentra la almazara, donde comprobé que el proceso de elaboración del aceite es, al contrario que el del vino, muy simple. Ahí donde lo veis este manjar no es más que puro jugo de aceituna exprimida.

Pero la experiencia con la que más disfruté durante la visita fue con la cata de aceites. Confieso que me sorprendió comprobar que en los aceites el color no es importante y las catas de hacen en recipientes opacos. También recomiendan calentar un poco la taza o vaso envolviéndolo con las manos, antes de llevarlo a la boca, para favorecer que asomen los aromas de la aceituna. Mi paladar, ya comenté en el post anterior dedicado al vino, no es ni mucho menos exquisito. Ni mi olfato. Pero en el caso del aceite me resultó bastante fácil valorar cuál era el “mejor” y cuál el peor. Lo mejor es que mi opinión coincidió con la de los expertos que me acompañaban. ¡Genial!
Durante la cata me enteré de otra cosa. El pan de Valladolid también es famoso por su calidad. El que nos pusieron para acompañar el aceite estaba delicioso. Y ojo, soy “gallega adoptiva” y ya sabéis que en Galicia presumimos de tener el mejor pan del mundo. Pero no. Efectivamente hay que viajar para confirmar que nuestro ombligo no es único. Y lo digo públicamente, me quito el sombrero ante la calidad del pan de Valladolid.

Para los de esta tierra el pan es tan importante que incluso tienen un museo, situado en Mayorga de Campos. Un centro donde además de profundizar en la historia de la producción y elaboración del pan, las distintas formas de amasado y los diferentes panes del mundo puedes participar en un taller práctico donde aprender a elaborar pan. ¡Qué divertido! ¡Cuánto nos reímos amasando la harina, haciendo formas divertidas y comiéndonos nuestro propio bollito, que por cierto, estaba riquísimo.

Ah, otra curiosidad, en Mayorga además del museo del pan puedes ver el primer buzón de correos que hubo en España. Este es.

Finalizo este post con otro apunte gastronómico y quizás, dada mi debilidad por los quesos, mi gran descubrimiento en este viaje por la provincia de Valladolid.
No puedo hablar de esta tierra sin rendirle un pequeño homenaje a los productos de la granja Cantagrullas: quesos, yogures y mantequillas artesanales y únicas. Deliciosas. Manjares en todo su significado. No sólo por su cuidado y diferente proceso de elaboración con leche cruda de ovejas que pastan libres por los alrededores de la granja. Sino por que detrás de estos quesos hay una historia humana ejemplar, que a mi al menos me fascina.

Su protagonista es Rubén, un emprendedor en toda regla que no dudó a la hora de dejar su intenso trabajo en una conocida organización internacional para lanzarse a la también dura pero gratificante tarea de hacer quesos como estos en un rincón alejado del mundanal ruido.

El trabajo constante, los conocimientos en ese campo sumados a la ilusión por un proyecto personal poco a poco dieron frutos con nombre y apellidos: queso fresco cantagrullas con una estructura frágil y sabrosa; el madurado (pasta tierna no prensada); el tomus, que marida de cine con un tinto de Toro… mi consejo es probarlos todos. De verdad.

Y así, poco a poco he logrado hacer un menú con los sabores de Valladolid encima de la mesa: vinos variados y lechazo como comenté en el post anterior, y aceite, quesos delicatessen y pan como complemento. ¿Quién se apunta a este festín?


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Milevski
Os dejo mi blog: http://labruixolademilevski.wordpress.com/