La Navidad, una de las épocas mas viajeras
Hoy, la vida ha vuelto a la normalidad, al menos la mía.
Las niñas han empezado al colegio, las bolas de Navidad y los Papa Noeles que me rodeaban han pasado ya a ocupar sus posiciones en las cajas del garaje. Y la actividad ha retornado a las redacciones, las agencias de comunicación, los organismos oficiales… donde la gente ya se ha incorporado al trabajo tras las vacaciones navideñas.
Hoy, tras tres semanas de desorden, las aguas vuelven a su cauce. Y para mi eso es una buena noticia. Sin embargo, hay otros muchos para quienes la fecha de hoy es sinónimo de horror. Me refiero a aquellos afortunados que han aprovechado las Navidades para hacer una escapada y que con el fin de las fiestas tienen que volver a sus trabajos y a su rutina.
La verdad es que, a pesar de la crisis, conozco a mucha gente que ha estado estos días de vacaciones: Ángel, por ejemplo, se fue con su mujer y sus dos hijos a esquiar a Andorra. María se fue con su marido a pasar la Nochevieja, solitos (sin niñas), a Estambul (y por cierto, nos contó en este blog como le había ido.
Maribel y cia se fueron a pasar unos días a una casa rural en las montañas de León rodeados de nieve (y casi se quedan aislados). Susana se escapó a esquiar a San Isidro. Belén pasó la Nochevieja con sus amigos en una casa rural en Palencia. Javier huyó, para desconectar del mundo, a un hotel–bodega en la Ribera del Duero. Jesús voló con su familia, como todos los años, en busca del sol a las Islas Canarias. Joan pasó una semana en Barcelona para ver a toda su familia. Nieves estuvo todas las fiestas en Boston (EE UU), donde vive su hermana. Y Montse pasó la noche de Reyes en Disneyland Resort Paris… la lista es larga y podría seguir contándoles experiencias viajeras de amigos y conocidos pero no puedo, este blog tiene un espacio limitado.
El caso es que el fin de las Navidades supone también el fin de una de las épocas más viajeras del año y hay mucha gente que ya no podrá moverse más hasta la Semana Santa, o hasta el verano. No todo el mundo tiene flexibilidad para coger las vacaciones y por eso, salvando alguna escapada de fin de semana, para muchos se han acabado los viajes hasta nuevo aviso. Y son esas personas a quienes el día de hoy, quizás, les resulte un poco deprimente.
A mi me pasa justo lo contrario. Pasadas las Navidades empieza mi temporada alta viajera. Cuando la gente se queda en casa es cuando a mi me toca viajar. Todavía no tengo mi agenda cerrada del todo… muchos de mis viajes futuros se decidirán en las próximas semanas… pero puedo asegurar que la que se avecina no va a ser una temporada estable.
Así que sólo me queda disfrutar de los pocos días que me quedan de descanso antes de empezar a preparar maletas.
¡Benditas sean la rutina la normalidad!