
Museos sobre la emigración: Amberes, Bremerhaven, Nueva York y Asturias
Hay muchas formas de “viajar”, entendiendo la palabra no en su sentido ocioso, sino como se define en el diccionario: “trasladarse de un lugar a otro”. Por trabajo, por placer, por necesidad, por miedo… algunos “viajan” a bordo de una patera que cruza el estrecho y curiosamente, en condiciones mucho peores a muchos de los viejos emigrantes europeos. Otros somos viajeros de “guante blanco”. Las condiciones en las que muchos de nosotros nos movemos hoy en día de un lugar a otro distan mucho de las de nuestros antepasados. En algunos casos han mejorado, pero sin embargo en otros son infinitamente peores.

No todo el mundo viaja por placer como hacemos la mayoría de los lectores de este blog. El turismo es un concepto moderno especialmente en su aspecto más masificado.
Antes se viajaba sobretodo por supervivencia. En busca de una tierra más fértil, más segura, con mejor clima y con más recursos. Huyendo de algún conflicto o persecución para salvar la vida… Siempre con el fin de mejorar y con el objetivo de seguir vivo. O en busca de nuevos productos con los que comerciar. Así se crearon rutas míticas como la de la seda, la de la sal, la de la plata…
Los viajes por inquietudes personales o culturales estaban relegados a una minoría de gentes, sobre todo de clase alta que podía permitirse el lujo de disfrutar de la vida.

El Red Star Line Museum de Amberes
Hago esta reflexión tras visitar el nuevo museo de la emigración de Amberes. Con menos de dos años de vida, el Red Star Line Museum ya se ha convertido en una referencia para locales y visitantes que pueden ver con documentos y recreaciones cómo viajaron algunos de nuestros antepasados. Antepasados sí.

Las historias ocultas de la emigración
¿Quién no conoce a alguien que haya emigrado hace años a algún lugar donde ganarse mejor la vida? En Galicia, por ejemplo, rara es la familia que no tiene un pariente en Argentina o en Venezuela. Pero el de la emigración no es un fenómeno exclusivo gallego. En absoluto.
En Bélgica saben también bien lo que significa esa palabra. En el puerto de Amberes embarcó tanta tanta gente en busca de una vida mejor que han querido rendir un homenaje a todas esas historias creando un museo dedicado a este fenómeno.

El slogan del museo es: “la historia de millones de personas con un sueño”. En recuerdo a los cientos de miles de “viajeros” anónimos, que entre finales del siglo XIX y principios del XX llegaron a esta capital flamenca desde los más recónditos puntos de Europa para embarcar rumbo a otra vida en un continente lejano y desconocido. ¡América! La tierra prometida.
Atrás dejaban esposas todo. Maridos. Hijos. Padres, madres. Hermanos. Amores. Novios. Novias. Sus raíces, sus pertenencias y su pasado. En la maleta apenas equipaje, pero una necesidad vital. Salir de la miseria. O morir. Para lograrlo, había que sobrevivir a una aventura poco divertida, a un viaje largo lleno de interrogantes.
Los barcos tardaban meses en cruzar el charco y a bordo había de todo. Los más ricos viajaban en primera con muchas comodidades. Los más pobres viajaban hacinados en las bodegas de los barcos y hacían lo que podían para llegar con vida a su destino viendo pasar las semanas en condiciones míseras. Son muchos los que no pudieron contarlo.

Las caras, nombres y apellidos de los emigrantes
En el museo de Amberes, construido sobre la vieja aduana, el visitante se sumerge durante unas horas en la piel de un emigrante y la experiencia es sobrecogedora. Una cosa es imaginar la vida de aquellas personas y otra ver esa realidad tan cerca. Con caras nombres y apellidos.

El museo de la emigración en Bremerhaven
Este no es el único museo de la emigración que existe. Son muchos los países que han querido rendir también memoria a esta parte tan importante de la historia universal. Entre los que conozco, muy recomendable es la visita al que hay en Bremerhaven, en Alemania.
Ellis Island, aduana museo en Nueva York
Y como no. En Nueva York impresiona la visita al museo ubicado en Ellis Island, isla situada frente a la estatua de la libertad. Donde atracaban los barcos que llegaban de Europa y se ubicaban la aduana, las oficinas de inmigración.
Y donde se hacían los controles médicos para saber si los recién llegados estaban en condiciones de entrar en EE. UU. O si debían dar la vuelta. Alcanzar la soñada América no estaba al alcance de todos. La Estatua de la Libertad con su antorche fue y es un icono de la bienvenida a todos los que dejaban su tierra para buscar una vida mejor en el continente americano.

El archivo indiano en Asturias
También en España tenemos un museo dedicado a este tema. Esta en Colombres, Asturias. Es en realidad es una fundación archivo donde se guarda documentación sobre los “indianos“. Nombre con el que se conoce a los emigrantes asturianos que hicieron fortuna en las “Indias” y famosos por las ostentosas casonas palaciegas que construyeron por toda la región como prueba de la riqueza obtenida al otro lado del charco. Pero ¡ojo!, no todos triunfaron. Las historias más dramáticas también tienen aquí su espacio.
Pateras y “guante blanco”
El hecho de que la emigración haya llegado a los museos no significa que haya acabado. Ha variado el flujo. Los que antes nos movíamos ahora somos receptores (aspecto que creo hemos olvidado). La gente sigue moviéndose de un lugar a otro del planeta en busca de una vida mejor.
Algunos lo hacen a bordo de una patera que cruza el estrecho y curiosamente, en condiciones mucho peores a muchos de los viejos emigrantes europeos. O en barcos como el Acuarius, con gran despliegue mediático envuelto en polémica política.
Otros son emigrantes de “guante blanco” y se mueven con un jugoso contrato de trabajo en la cartera. Y entre esos dos extremos, hay mil posibilidades intermedias.

La emigración forma parte de la esencia del ser humano. Es un fenómeno global fruto de la desigualdad. La hubo. La hay y la habrá. Por desgracia, las primeras páginas de los periódicos siguen llenas de trágicas noticias con la emigración como protagonista. Los movimientos de personas seguirán siendo parte de nuestra historia, ya sea por motivos, económicos, bélicos… y la hospitalidad ante los que sueñan con nuestra tierra debería ser casi un deber. Una lección aprendida en el caso de los europeos. Una obligación humanitaria.
Luchar por una vida mejor
Han cambiado los flujos. Han cambiado las formas pero no la esencia: la necesidad humana de luchar por una vida mejor es intrínseca al hombre, aunque para lograrlo haya que pagar con la propia vida. Les mueven razones poderosas y cerrando puertas no resolvemos ni sus problemas, ni los nuestros. El hombre va a seguir emigrando, o intentándolo, por muy altos que sean los muros fronterizos. ¿La solución está en trabajar en el origen? ¿Atacar a las mafias que se lucran con estos movimientos? No se, creo que eso es materia de otro debate, aunque si quieres opinar, encantada se saber qué piensas al respecto.
Estos son verdades evidente pero a veces hay que visitar un museo como el de Amberes. O leer en un periódico con una noticia trágica (rara vez en las portadas) para reflexionar sobre el tema.
Sí. Las cosas han cambiado mucho y hoy en día esos viajes poco tienen que ver con los que hicieron nuestros antepasados. Pero en el fondo, es más que lo mismo.

